El auge de la prosa algorítmica: por qué la escritura con IA se siente… mal

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La inteligencia artificial es ahora un autor omnipresente, aunque a menudo invisible. Desde textos de marketing hasta ensayos de estudiantes e incluso artículos publicados, el texto generado por IA está inundando el panorama digital. Pero esta proliferación no se trata sólo de volumen: se trata de una calidad distintiva de la escritura, una sutil uniformidad que muchos encuentran inquietante. El problema central no es que la IA no pueda producir oraciones gramaticalmente correctas. Es que esas frases carecen de la textura de la experiencia humana y a menudo suenan extrañamente estériles o demasiado pulidas.

El extraño valle del texto

La sensación extraña surge de cómo funciona actualmente la IA. Estos sistemas no entienden lo que escriben, predicen lo que los humanos escribirían basándose en patrones estadísticos aprendidos de vastos conjuntos de datos. Esto produce un efecto curioso: la escritura con IA tiende a evitar riesgos y opta por frases seguras y convencionales. Puede imitar el estilo, pero tiene dificultades con los matices genuinos, la profundidad emocional o la voz idiosincrásica. Es por eso que la prosa a menudo parece… plana.

Este no es un fenómeno nuevo. Incluso los primeros intentos de texto generado por máquinas exhibieron fallas similares: una dependencia excesiva de clichés, frases incómodas y una falta general de “toque humano”. A medida que mejoran los modelos de IA, estos problemas se vuelven más sutiles, pero no han desaparecido por completo. Los signos reveladores incluyen una dependencia desconcertante del vocabulario a nivel de diccionario de sinónimos en contextos inapropiados (como usar “tapiz” para describir una alfombra) y una tendencia a seguir estructuras de oraciones predecibles.

La magnitud del problema

El problema no es sólo teórico. Una encuesta reciente reveló que hasta el 25% de los escritores profesionales admiten utilizar herramientas de inteligencia artificial en su trabajo. Ya están documentados casos de contenido generado por IA que se cuela en publicaciones importantes (Business Insider, Wired, The Chicago Sun-Times), pero los expertos creen que muchos más casos pasan desapercibidos.

La tendencia se extiende más allá de la escritura profesional. Las plataformas de redes sociales como Instagram ahora integran sistemas de comentarios basados ​​en inteligencia artificial, lo que permite a los usuarios subcontratar sus interacciones a algoritmos. Incluso los clientes de correo electrónico ofrecen herramientas de “traducción” impulsadas por IA que reescriben los mensajes de los usuarios en versiones más pulidas, aunque a menudo impersonales. El resultado es una sutil erosión de la expresión auténtica.

El futuro de la escritura

A medida que los modelos de IA sigan evolucionando, la línea entre la autoría humana y la máquina se difuminará aún más. La pregunta no es si la IA reemplazará por completo a los escritores, sino si el propio estilo de la IA se convertirá en la forma dominante de comunicación escrita. Esto plantea una pregunta más profunda: ¿qué sucede cuando la originalidad, la asunción de riesgos y la imperfección humana se filtran sistemáticamente de nuestro discurso colectivo?

En última instancia, el auge de la prosa algorítmica subraya una tensión fundamental. Si bien la IA puede imitar el lenguaje, no puede replicar la experiencia vivida que da significado a la escritura. La perfección estéril del texto generado por máquina puede ser eficiente, pero tiene el costo de la autenticidad y la resonancia emocional.